por Juan Butten
Ray One, nombre artístico de Ramón Torres, nació en San José de las Matas, República Dominicana. Aunque su nombre es Ramón, casi todo el mundo lo conoce como “Ray”, un apodo que surgió en su infancia cuando su madre, al verlo constantemente rayando cuadernos, mascotas y cualquier superficie a su alcance, exclamaba: “¡Mi hijo, todo lo tuyo es rayar y rayar!” Así se quedó: Ray. Y ese nombre terminaría escribiéndose en cientos de muros y corazones.
A mediados de los años 80, ya radicado en Nueva York, Ray One comenzó a dejar su huella en la cultura urbana de East New York, Brooklyn. Su firma aparecía en pósters de fiestas de rap —las famosas "partys"— organizadas por las comunidades latina y afroamericana. Pronto se convirtió en un artista “all city” dentro del mundo del graffiti, alcanzando notoriedad como uno de los protagonistas de la cultura hip hop de esa época. Su talento lo llevó a estudiar en la prestigiosa High School of Art and Design, de donde han egresado figuras como Lee Quiñones, Calvin Klein, Marc Jacobs y LaQuan Smith.
La magnitud de su trabajo fue tan grande que algunos pensaban que Ray One era un colectivo, no una sola persona. Su arte ha dejado huellas no solo en Nueva York, sino también en Panamá, Colombia y, de manera muy especial, en la República Dominicana, donde ha intervenido muros en casi todas las provincias, llevando un mensaje de fe y esperanza centrado en Cristo.
En el año 2010, Ray decidió regresar definitivamente al país, cruzando el océano Atlántico —específicamente el mar Caribe— con su esposa y sus hijos. En una conversación personal, cuando aún yo no había emigrado, le pregunté por qué decidió volver, y me respondió con orgullo: “Aquí puedo darle una mejor educación a mis hijos y estar más cerca de mi gente.”
De regreso en tierra dominicana, Ray encontró trabajo, y casi sin proponérselo, volvió a pintar muros. Un compañero lo invitó a participar en una jornada de muralismo en la zona oriental de Santo Domingo. Al principio se negó, pero el amigo fue a buscarlo, y al ver el muro, Ray sintió nuevamente la alegría de pintar. Desde entonces, no ha parado.
La exposición que hoy presenta en Galería 360, ubicada en la avenida John F. Kennedy, casi esquina Abraham Lincoln, estará abierta desde el 4 de julio hasta el 4 de agosto. Esta muestra es un recorrido visual que marca su transición del muro al lienzo, sin perder la esencia de sus orígenes callejeros ni su compromiso con la verdad.
Las obras, en su mayoría elaboradas con spray y técnicas mixtas, están impregnadas de sinceridad. Ray no pretende aparentar: pinta lo que ve, lo que siente, lo que vive. Desde sus inicios ha sido un cronista visual de la realidad dominicana. Ya a comienzos de los 90s, creó un mural titulado “USA Welcomes Our Troops Back”, en protesta por el envío de soldados latinos a la guerra, ubicado en Broadway, cerca de la parada Eastern Parkway en Brooklyn.
En República Dominicana, ha pintado decenas de murales con mensajes como “NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER”, recibiendo el primer lugar en un concurso de murales en Boca Chica. Tras el asesinato de una pareja en Villa Altagracia, Ray escribió en letras gigantes sobre un muro: “NO ME MATES, QUE ESTOY ORANDO POR TI”.
En 2023, su mural del rostro de la arquitecta Leslie Rosado, ubicado en la avenida San Martín casi esquina Máximo Gómez, captó la atención de medios nacionales. En él exigía justicia y claridad sobre el caso, demostrando que su arte sigue siendo una herramienta de denuncia y memoria.
Ray One es un artista de oficio, comprometido con su fe, su comunidad y su visión crítica del país. Su discurso ha intentado ser censurado en ocasiones, pero ha resistido con firmeza. Para mí, conocer a Ray no solo ha sido un privilegio artístico, sino también una experiencia humana invaluable. Es más que un artista: es un amigo, un hermano del muro y de la vida.