por Juan Butten
Desde que me inicié en el mundo del graffiti en Santo Domingo a finales de la década de 1980, siempre vi el tag de Koala en todas partes. La primera firma que vi fue “KOALA ZX” en el área de Villa Duarte, y luego su nombre apareció por doquier. Conservaba fotos de su trabajo para un libro que comencé en 2006, dedicado completamente al graffiti, pero lamentablemente el disco duro donde guardaba esas imágenes dejó de funcionar.
Para mí, y para casi todos los que realmente conocen el graffiti en la República Dominicana, la importancia de Koala F2 trasciende la de un simple escritor; fue una leyenda viva en la escena urbana del país. Durante más de 30 años, su firma se convirtió en un ícono que atravesó no solo las calles de su país, sino también otras naciones alrededor del mundo. Su travesía como “polizón” lo llevó a marcar su huella en diversas ciudades, dejando una impronta que resonaría en la cultura del graffiti.
Koala, hijo de un policía que vivía de traslado en traslado por diferentes pueblos del país, tuvo que luchar desde pequeño para subsistir. Especialmente después de que su madre decidió abandonar el hogar, quedó solo con su padre, que casi siempre estaba ausente. Durante los traslados, Koala se mantenía en la calle, limpiando zapatos con su amigo Hugo y vendiendo chinas y periódicos. A muy temprana edad, disfrutaba de la libertad que le otorgaba la ausencia de sus padres.
Al principio, en su barrio le llamaban Lito, pero eventualmente todos comenzaron a llamarlo Koala, como si el apodo se lo hubiera comido. Recuerdo una anécdota que compartió conmigo otro legendario escritor de graffiti, EL AD. Él contó que un día fueron a visitar a Koala, junto a JB, y lo encontraron en compañía de Hugo en una cueva del sector Maquiteria, donde había una pocilga de cerdos. Las paredes de la cueva estaban llenas de nombres escritos con spray. Cuando a JB le pasaron un spray para que escribiera su nombre, preguntó a los demás dónde lo pusiera, y Koala le dijo que lo escribiera en uno de los cerdos. Todos se rieron y asi lo hicieron mientras el cerdo se retorcia de dolor por la pintura en su piel.
Otra anécdota de Hugo cuenta que una vez fueron al río y vio a Koala escribiendo en piedras y lanzándolas al agua. Al verlo, le preguntó por qué lo hacía, y Koala le respondió: “Quiero que hasta los peces vean mi nombre”.
Desde sus inicios, Koala F2 fue un prolífico artista que dominó la técnica del “tag”. Su estilo era único y se caracterizaba por el uso de hojas de semillas de aguacate, lápiz de carbón, spray y hasta pinceles y a uno de los que inspiró mientras era polizonte fue al famoso Pirin en uno de esos viajes en los que siempre veía a Koala escribir. Esta variedad de herramientas le permitía plasmar su mensaje en cualquier superficie disponible. Su firma no solo era un símbolo de presencia, sino también de resistencia y creatividad.
Recuerdo que, siendo adolescente, buscaba perros callejeros y les colocaba su firma. Luego, los asustaba para que anduvieran mostrando su tag por todo el barrio. Una vez, caminando por Villa Duarte, vi una vaca con su tag en un lado. Según un tipo de la calle, en todos los destacamentos policiales donde anduvo, vio su firma, y en muchos de esos lugares también la encontraba escrita. En la película "La cárcel de La Victoria: El cuarto hombre" (2004) aparece su firma, ya que muchos afirman que estuvo preso en casi todos.
En 2019, inicié un viaje con amigos de Nueva York en el que nos propusimos darle la vuelta a todo el país. En cada lugar al que fuimos, vimos su firma. Comenzamos en Santiago Rodríguez y seguimos por Dajabón, Montecristi y Puerto Plata, hasta llegar a Samaná. Así lo hicimos durante casi quince días, amaneciendo en diferentes pueblos, y donde íbamos, su nombre estaba presente. A lo largo de su peregrinar vandálico, Koala F2 se aventuró a rayar las 31 provincias de la República Dominicana, así como casi todos los barrios del Distrito Nacional. Su arte era visible en lugares insólitos: desde la cima del puente Duarte, donde estableció un récord de colocar sus firmas, hasta cerdos, perros, vacas, transformadores y barcos de carga. Era un verdadero polizón que no conocía límites ni fronteras, desafiando las normas del graffiti de la época.
La última vez que Hugo lo vio, estaba en silla de ruedas porque, según le habían dicho, había sido atropellado por un carro. Se decía que le habían dado una herencia y andaba borracho. Aun así, continuó realizando sus actos vandálicos, hasta el punto de que salió en las noticias porque había rayado casi todo el pueblo del Seibo con su nombre.
He documentado también la evolución de sus letras; tras un problema que tuvo, perdió el uso de una mano y, al no poder escribir como antes, en su última época comenzaba a escribir letras alargadas, que llamábamos "letras espaciales". Esto influyó en una larga lista de escritores que copiaban su estilo, quizás no por elección, sino por la dificultad que enfrentó con la movilidad de su mano izquierda.
Koala F2 es recordado no solo por su destreza técnica, sino también por el misterio que rodeaba su vida personal. Pocos conocían los detalles de su historia, lo que alimentaba la leyenda en torno a su figura. Para muchos en la comunidad del graffiti en el país, él era un símbolo de libertad y expresión, un artista que utilizaba su talento para comunicar lo que sentía y observaba en su entorno.
La comunidad del graffiti dominicano lo considera el más importante escritor de graffiti de La Isla. Su influencia perdura en las nuevas generaciones de artistas urbanos que lo ven como un referente. Koala F2 dejó un legado inigualable y, aunque físicamente ya no esté con nosotros, su espíritu y su arte continúan vivos en las calles que una vez recorrió.
En 2016, tuve la oportunidad de estar cerca de Koala. Aunque él no me conocía, supe que sabía de mí, ya que había escrito mucho en su sector, especialmente en el año en que me retiré en 1994 fui desde Herrera a Villa Duarte. Lo supe por su amigo Hugo, quien me comentó que habían hablado de mi firma, FASE UNO, y de todo lo que hice en su zona. Recuerdo que frente a la Marina de Guerra vi un mensaje que decía: "KOALA 100% POLIZONTE", escrito con spray color óxido rojo, lo que me hizo sonreír. A pesar de estar inactivo en las calles, siempre he sido amante del graffiti y admiré su trayectoria y sus aportes a esta cultura marginal.
Ese día lo vi por primera vez, frente a un colmado en Villa Duarte, mientras esperaba un taxi para ir al aeropuerto. Pensé en saludarlo, pero su actitud y el hecho de que parecía estar borracho, discutiendo con el del colmado y mostrando ganas de pelear, me hicieron desistir. El colmadero lo llamó "Koala", y al escuchar su nombre, de inmediato reconocí su imagen, pues había visto su foto en un blog sobre cultura urbana que había subido Jonas Mudvi, tomada por el cantante y grafitero La Botella. Además, sabía que tenía una reputación como un tipo problemático, posiblemente por la vida que le había tocado vivir. No había un solo lugar en Villa Duarte donde no existiera su nombre o su firma.
En 2018, conocí a Hugo AA y decidí ir a entrevistarlo. Comenzamos una búsqueda en cada Hogar Crea de Santo Domingo, pero en cada lugar era lo mismo: o se había ido o lo habían expulsado por problemas con algún interno de esas instituciones. Duramos meses en esa búsqueda, con la esperanza de encontrarlo y entablar una conversación en la que pudiéramos ofrecerle dinero a cambio de conocer su historia, no solo como escritor de graffiti, sino también como individuo. Desafortunadamente, fue imposible.
Visitamos puntos de drogas donde lo conocían, y siempre era lo mismo: o decían que estaba preso o que había muerto. Una noche, hablé con mi amigo Niche 83, quien me sugirió que buscara en Google si había alguna noticia sobre su muerte. Un tipo del sector de Villa Consuelo mencionó que lo habían matado un haitiano tras un problema por 50 pesos. Así comencé a investigar y, sin querer, encontré la grave noticia de que eso había sido cierto. Fue ahí que supe que le llamaban "Lito" porque su verdadero nombre era Pascual Pascualito.
Apareció de esta forma en el periódico:
Matan hombre por 50 pesos en Villa Consuelo
La Policía Nacional persigue a un lavador de autobuses que ayer ultimó a otro de nacionalidad haitiana, al propinarle varias puñaladas durante una discusión por la suma de 50 pesos.
La víctima fue identificada solo como Pascual, quien falleció en el hospital Doctor Darío Conteras mientras recibía atención médica. Pascual fue ultimado por otro lavador de autobuses apodado “19”, quien huyó luego de cometer el hecho, por lo que es perseguido por la Policía.
El hecho se produjo poco antes de las 9:00 de la mañana de ayer en la parada de los autobuses que viajan a Jimaní, en la avenida Duarte a esquina Teniente Amado García Guerrero, en el sector de Villa Consuelo.
Testigos del hecho dijeron a los investigadores policiales que “19” lavó un autobús, pero que “Pascual Koala” (occiso) cobró los 50 pesos por el trabajo, lo que provocó una discusión entre ambos durante la cual Pascual se armó de un pedazo de tabla. En esas circunstancias “19” sacó un arma blanca que portaba y le infirió las heridas que le causaron la defunción.
El cuerpo fue trasladado al Instituto Nacional de Patología Forense para fines de autopsia.