por Juan Butten
Nunca imaginé que, a esta altura de mi vida, y con casi 50 años, estaría escribiendo sobre libros que en algún momento pensé que solo serían de mi propio interés. En menos de un año, he comentado sobre obras que, desde mi perspectiva, podrían haber parecido de interés limitado, pero la realidad ha sido todo lo contrario. He recibido comentarios a través de mi página juanbutten.com de lugares tan distantes y curiosos como Myanmar, Seychelles e incluso Japón. Para mí, esto ha sido más que un milagro, algo que me sigue sorprendiendo y motivándome a continuar con esta labor. Estas reacciones me alientan a seguir adelante, especialmente cuando, como amante del arte —y en particular del movimiento surrealista—, nunca pierdo la oportunidad de adentrarme en cualquier texto que profundice sobre este fascinante fenómeno cultural. Un movimiento que, a mi entender, no solo transformó la pintura, sino que cambió el mundo a través del arte en todas sus formas.
Por eso, hoy quiero hablarles de Dark Toys: Surrealism and the Culture of Childhood de David Hopkins, un libro que me ha cautivado profundamente. En él, Hopkins realiza un exhaustivo análisis del surrealismo y su impacto cultural, enfocándose en la relación entre el movimiento y la infancia. Lo que más me sorprendió, sin embargo, es cómo logra adentrarse en los aspectos oscuros y perturbadores de las representaciones surrealistas de la niñez y los juguetes. Desde que era niño, me ha fascinado la manera en que el surrealismo aborda esa dualidad de la niñez: un periodo cargado de imaginación, vulnerabilidad y, por supuesto, una fascinación por lo extraño y lo maravilloso.
l título Dark Toys hace referencia a esos "juguetes oscuros", y me parece que Hopkins los emplea como una poderosa metáfora de la niñez. Según su interpretación, la infancia no es solo un tiempo de pureza y alegría, sino también de confusión, miedo y angustia. En el surrealismo, los juguetes no son meros objetos inofensivos de diversión. Por el contrario, se presentan como símbolos que exploran los límites entre lo real y lo imaginario, la vida y la muerte, la creatividad y el terror.
En los primeros capítulos, Hopkins se detiene en cómo los artistas surrealistas, como Salvador Dalí, Max Ernst y René Magritte, utilizaron el imaginario infantil para sumergirse en el subconsciente humano. La relación entre lo juguetón y lo perturbador se convierte en una constante en sus obras, donde los juguetes no solo se muestran como inocentes, sino como vehículos para explorar los miedos profundos y las contradicciones del mundo adulto. Esta complejidad y ambigüedad es una de las características que siempre me ha atraído del surrealismo: un arte que no teme mezclar la fantasía con lo inquietante.
Lo que más me llama la atención es cómo los surrealistas transformaron los juguetes en símbolos de subversión. Estos artistas no aceptaron la visión idealizada de la infancia; por el contrario, mostraron a los juguetes como elementos capaces de perturbar y desestabilizar nuestra percepción de la realidad.
En su análisis, Hopkins no solo se concentra en los artistas visuales, sino también en cómo el surrealismo influyó en la literatura infantil. Menciona, por ejemplo, el trabajo de Maurice Sendak y su obra Where the Wild Things AreEste libro puede verse como una representación de los miedos subconscientes del niño, pero también como una celebración de su capacidad para crear mundos alternativos, donde lo inquietante y lo fantástico se entrelazan. Esa mezcla de lo maravilloso con lo oscuro es una constante dentro del surrealismo, y resulta fascinante ver cómo también está presente en el arte dirigido a los más pequeños.
Lo que realmente me sorprendió fue cómo Hopkins amplía el horizonte de su análisis, demostrando cómo las influencias surrealistas sobre la niñez siguen vivas en la cultura contemporánea. Desde películas como El Laberinto del Fauno de Guillermo del Toro, hasta las creaciones de Tim Burton, el surrealismo sigue dejando su huella en la forma en que representamos la infancia en la cultura popular. La capacidad de mezclar lo fantástico con lo inquietante sigue siendo una característica esencial de cómo tanto adultos como niños enfrentan los aspectos más oscuros de la existencia. Es fascinante ver cómo esas influencias continúan permeando el cine, la literatura y las artes visuales, manteniendo viva la energía creativa y transformadora del surrealismo.
In Dark ToysDavid Hopkins ofrece una reflexión profunda y provocadora sobre cómo el surrealismo ha utilizado la imagen de la infancia y los juguetes para explorar las profundidades del inconsciente. De alguna manera, los surrealistas no solo transformaron el arte, sino que también nos ayudaron a repensar cómo entendemos la niñez, el deseo, el miedo y la imaginación.
Este libro me ha llevado a reflexionar sobre cómo las representaciones culturales de la infancia han evolucionado a lo largo de los años. Y, al igual que esos juguetes surrealistas que nos intrigan y nos perturban, la niñez sigue siendo un espacio complejo, lleno de creatividad desbordante, pero también de incertidumbre y contradicción. En un mundo en el que las sombras y la luz coexisten de manera tan poderosa, Dark Toys es una invitación a repensar los elementos que conforman nuestra infancia, y a mirar con nuevos ojos lo que quizás, durante mucho tiempo, hemos considerado inocente y puro.