Hoy celebro un año desde la inauguración de mi exposición FASE UNO, un hito que ha marcado un antes y un después en mi trayectoria como artista y en la comunidad artística de Santo Domingo. Al recordar ese 3 de noviembre del año pasado, me siento profundamente agradecido por la oportunidad de haber compartido este viaje transformador, que culminó en la exhibición de mis obras en Salem, Massachusetts.
FASE UNO fue más que una simple exposición; fue una llamada a la acción y una invitación a reflexionar sobre la crisis del plástico que afecta nuestras costas. Presenté más de 20 piezas en miniatura, creadas en su mayoría con materiales reciclados recolectados en las playas de nuestro país. Cada obra fue concebida no solo para ser visualmente impactante, sino también para transmitir un mensaje profundo sobre nuestra relación con el medio ambiente.
Quiero comenzar agradeciendo al Centro Cultural de España, y en especial a su director, Jesús Oyamburu, así como a Cristina y a todo el personal que hizo posible este sueño, que tardó más de seis años en hacerse realidad. La lista de agradecimientos es extensa, y cada uno de ellos jugó un papel crucial en este proyecto.
A mi amigo y hermano Andrés Mate Dfa, por acompañarme en este maravilloso viaje, y a Sir Plastic Drake, quien fue uno de los primeros en sumarse a esta causa. Desde el momento en que escribí el guion para el video sobre la trayectoria de la basura que va desde el río Isabela hasta Playa Montesinos, él se ofreció a aportar su talento. Con su animación, logró dar voz de alerta sobre la problemática del plástico que afecta a nuestra isla, un mensaje urgente que necesitaba ser transmitido.
También quiero agradecer a mis amigos Alexander e Isaías. En su estudio, donde pasábamos horas escuchando música, su entusiasmo y apoyo fueron vitales. Hablaba sin parar sobre el proyecto, y cada conversación hacía el camino más ligero. A mi hijo Mike, quien compuso y tocó la música de fondo de la exposición, le debo un agradecimiento especial.
A mi amigo Joselo, que ha estado a mi lado durante tantos años, y a mi familia, así como a cada uno de los escritores de graffiti que me inspiraron para dar el nombre de FASE UNO a esta exposición, también les agradezco. Este nombre es un eco de mi adolescencia, un recuerdo de mi paso por el underground de la ciudad y otras provincias, donde dejé mi huella en las paredes. FASE UNO fue como me conocieron, y aunque dejé de hacerlo en 1994, esa esencia sigue viva en mi trabajo.
Agradezco también a aquellos que me pusieron obstáculos y a quienes hicieron que este proyecto pareciera imposible. Los contratiempos se convirtieron en barreras que mi amor por el arte logró derribar. A quienes me subestimaron por venir de un barrio y a los que me miraron por encima del hombro, gracias a ustedes pude superar todas las expectativas que tenían sobre mí, no por un deseo de satisfacción, sino por amor al arte.
Continuaré en mi mundo, en mi burbuja, haciendo arte. Ojalá ningún artista de mi país se enfrente a las adversidades que yo y mi proyecto, FASE UNO, tuvimos que superar. Este es solo el comienzo de una nueva etapa, impulsada por el amor y la pasión por lo que hago. La urgencia de este mensaje se hizo palpable a medida que profundizaba en las advertencias sobre el futuro de nuestros océanos, donde se prevé que para 2050 habrá más plástico que peces. Mi intención era que la exposición sirviera como un espejo que reflejara nuestras realidades, recordándonos la fragilidad de nuestro entorno y la necesidad de actuar antes de que sea demasiado tarde.
Agradezco también a cada una de las personas que asistieron a las visitas guiadas que realicé con el público. Aprendí que los artistas damos lo que tenemos dentro y luego nos quedamos vacíos, pero el amor del público nos llena de una forma maravillosa. Recibí tantos abrazos, hice muchos amigos, conocí historias y aprendí mucho. A través de mis obras, busqué mostrar que el arte puede ser un vehículo para la conciencia social. Cada pieza, elaborada con materiales que podrían haberse convertido en desechos, nos invita a reflexionar sobre el potencial de reimaginación y transformación. Este concepto de reutilización y reciclaje no solo es crucial para el bienestar de nuestro planeta, sino que también nos invita a encontrar belleza y significado en nuestras propias experiencias. Aprendí tanto a través del público que terminé siendo yo mismo otro espectador.
Recuerdo con emoción tantas reacciones del público que pude conocer, tanto en Santo Domingo como en Salem, y luego en una charla en Montserrat College of Art, una prestigiosa universidad de Massachusetts, donde pude sentir y ver cómo mis obras resonaban con diferentes audiencias. La recepción de estos diversos públicos ha sido abrumadora, y me emocionó comprobar que el arte puede cruzar fronteras y conectar con personas de diversas culturas.
Al reflexionar sobre este año desde la inauguración de FASE UNO, no puedo dejar de sentirme agradecido. Agradecido por cada persona que se ha sentido tocada por mi trabajo y por la oportunidad de dar visibilidad a un tema tan urgente. Esta exposición no solo ha sido un punto de encuentro entre el arte y la ecología, sino también un recordatorio de que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia.
Espero que el mensaje de esta exposición siga resonando en nuestros corazones y acciones. Celebro este primer año con la convicción de que el arte es una herramienta vital para el cambio y la reflexión. Estoy agradecido por la oportunidad de inspirar a otros y de recordar que el arte tiene el poder de transformar vidas, comenzando por la mía.